SAN ANDRES ISLAS

SAN ANDRES ISLAS
EL MAR DE LOS SIETE COLORES

martes, 12 de abril de 2016

LA AMAZONIA COLOMBIANA


Es nuestro compromiso que el mundo conozca y proteja la Amazonía que aún no se Xplora.

      
Esta región comprende el 42% del territorio nacional y solo sabemos de Leticia, desconociendo lugares tan increíbles, tan históricos y tan vírgenes como la propia selva. 
 formaciones vegetales; Guhl, establece subregiones geográficas; Botero, unidades fisiográficas y Co
La experiencia de sobrevolar el Chiribiquete al ras de formaciones rocosas que aparecen en medio de la selva del Guaviare, cruzar la amazonia hasta conocer el admirable paisaje y los profundos sonidos de la selva, el valor de la historia de los nativos de la Chorrera y lograr interactuar con su cultura, conociendo su canto, su pasado y su cosmovisión. Luego el río Caquetá, volaremos por el Cañon del Araracuara para pisar tierra e ir en búsqueda de la ciudad perdida. 


La Amazonía colombiana comparte con la cuenca hidrográfica del río Amazonas ciertos rasgos de clima y morfología. El 70% de esta inmensa región, está cubierta de bosques tropicales húmedos tipo hylea, para cuyo desarrollo se requiere de una temperatura media superior a los 22" y una precipitación anual superior a los 2.000 mm., con lluvias constantes, repartidas a lo largo del año y un período seco, corto y marcado.
Se encuentran en Colombia algunas de las áreas con mayor precipitación de la cuenca amazónica: en los altos ríos Putumayo, Caquetá, Napo, en la región fronteriza con Venezuela y Brasil, en el Guainía y Vaupés este alcanza los 3.500 - 4.500 mm anuales. Estas áreas habrían conservado la vegetación selvática durante varios períodos largos en el pleistoceno y holoceno cuando, al bajar la temperatura y disminuir la pluviosidad por efectos de episodios glaciales, grandes extensiones de bosque fueron transformados en sabanas. En estas áreas con mayor pluviosidad se habrían refugiado especies de animales y de flora de adaptación selvática. El aislamiento prolongado de estos refugios, habría permitido que sus habitantes evolucionaran en formas distintas. Se explicaría así la amplia variación de especies de la Amazonía, donde no hay barreras geográficas que la justifiquen. Esta hipótesis se podría aplicar, durante los últimos episodios secos, a poblaciones humanas, para explicar la gran variación lingüística y la distribución de algunas características culturales dentro del área; sin embargo no ha sido puesta a prueba todavía por los arqueólogos (Meggers 1983, Domínguez 1983).
Morfológicamente la planicie amazónica es una inmensa región sedimentaria. Los sedimentos más antiguos , depositados durante el terciario, en un mar o lago salobre, sufrieron posteriormente procesos erosivos, de manera que el relieve es de lomeríos. Intercaladas en este paisaje hay elevaciones mayores, superficies aún más antiguas, reductos de formaciones montañosas del precámbrico, que forman mesetas y colinas rocosas y son parte del Escudo de las Guayanas. También sobresale en el relieve la región de pie de monte andino, formada por terrazas, serranías y terrenos levemente ondulados que se alínean en un cinturón al pie de la Cordillera Oriental. Los materiales que la constituyen provienen en su mayor parte de erosión y lavado de la cordillera, por lo tanto, allí pueden encontrarse los mejores suelos.
Las superficies más recientes están formadas por los sedimentos fluviales, que forman auténticas planicies a lo largo de los ríos más caudalosos. Se pueden distinguir en ellas tres niveles: terrazas antiguas del plioceno-pleistoceno , que hoy se encuentran sobre el nivel actual de los ríos, y las llanuras aluviales de inundación (várzea), con dos niveles, el más alto de los cuales se inunda cada 5 ó 10 años cuando vienen las grandes crecientes ("conejeras") y el más bajo, lo hace en un lapso corto de tiempo todos los años, y recibe periódicamente sedimentos rejuvenecedores, óptimos para la agricultura.
Los ríos que forman llanuras de inundación extensas, son frecuentemente, aquellos que nacen en las vertientes orientales de los Andes. Desde allí, arrastran sedimentos en suspensión que les dan una apariencia barrosa; de ahí su apelativo de "ríos de aguas blancas". Los sedimentos que cargan, propician el desarrollo de vida orgánica numerosa y variada. Otros ríos nacen dentro del Escudo de las Guayanas o en las superficies de denudación, atraviesan suelos empobrecidos y sus aguas cristalinas o ambarinas adquieren en gran volumen, una coloración oscura, debida a la presencia de minúsculas porciones de ácidos húmicos; de ahí su apelativo de "ríos de aguas negras"
Estos se caracterizan por su extrema acidez, pobreza de nutrientes y escasez de la fauna acuática.
Considerados en general los suelos de la Amazonía son pobres, tanto en materia orgánica como en minerales. Aún los del pie de monte y las vegas inundables son inferiores a los suelos andinos fértiles. Los nutrientes para la frondosa vegetación, no se encuentran en el delgado suelo, sino en la capa de hojarasca y detritus que lo cubre, de donde las plantas los obtienen directamente a través de raíces "alimentadoras" y hongos micorriza.
Al ser eliminado el bosque, los nutrientes se incorporan al suelo y son rápidamente lavados, o se descomponen debido a la alta temperatura y humedad. Por esta razón las tierras sometidas a prácticas agrícolas se deterioran progresivamente y es necesario que el usuario las abandone y adecúe otras por el método de tala y quema. Investigaciones arqueológicas recientes indican la presencia de suelos antrópicos profundos y ricos en materia orgánica, cuya génesis e importancia en términos de extensión y dispersión, son problemas sobre los cuales a la larga, el arqueólogo tiene la última palabra.

Las investigaciones arqueológicas en la Amazonía colombiana han sido contadas; los resultados de algunas no se describieron adecuadamente y otras están en manuscritos de difícil acceso, todo lo cual contribuye al desconocimiento y la escasa importancia que se ha dado en Colombia, a esta región (Herrera 1985).
El primer arqueólogo colombiano en ocuparse de ella fue Eliécer Silva Célis (1963a, 1963b) quien reseñó dos grandes rocas con petroglifos en los alrededores de la población de Florencia y resaltó la importancia del río Caquetá, como vía de comunicación entre los Andes Colombianos y el río Amazonas.
Las primeras investigaciones arqueológicas sistemáticas las realizó en 1968 y 1970 Charles Bolian , en el Trapecio Amazónico, en las cuales localizó sitios, la mayoría al borde de la terraza aluvial del río Amazonas y de uno de sus afluentes, el río Loreto-Yacú. Excavó en varios de ellos y definió para cada área una secuencia de complejos.
En este último río la secuencia se caracteriza por la sencillez en formas y decoración (la técnica más frecuente es el baño), pero se presentan variaciones en el desgrasante usado. Componen la secuencia cuatro complejos, el más antiguo de ellos con una fecha de C14 de 160 d.C. y el último con dos fechas, la más reciente de 1.190 d.C.
Hay además sitios que representan estadios de desarrollo en la cerámica del actual grupo Tikuna, que antiguamente habitaba los afluentes del Amazonas. Correspondería esta secuencia a una lenta pero estable evolución estilística de grupos ancestrales de los actuales Tikuna, con una variante de la cultura de selva tropical propia de los habitantes de los afluentes (Backwater), diferente de la que se desarrolla en las riberas de los grandes ríos.
En las orillas del Amazonas los sitios son alargados y miden hasta 1.250 mts. de largo. En algunos se encontró cerámica con algunos rasgos de la Tradición Barrancoide; y aunque no hay fechas para este material, por comparaciones estilísticas se postula su presencia hacia el 300 a.C.
En otro se encontró también cerámica relacionada con la Tradición Barrancoide amazónica, pero con una manifestación diferente a la ya mencionada, que incluye rasgos similares a material del sitio Chimay en el río Beni (Bolivia). Hay una fecha de 1040 para este material. En el sitio 14 se llevaron a cabo las excavaciones más extensas, en las cuales había material de la Tradición Policroma amazónica que se denominó complejo Zebu, con fechas de C14 entre 1030 y 1515 d.C.
Este material tiene rasgos, tanto de la subtradición Guárita, que corresponde a un policromo influido o con rasgos barrancoides y de la subtradición Miracanguera, de la cual están ausentes éstos. Se concluye que la transición del estilo barrancoide al policromo se realizó en el Trapecio Amazónico en el siglo XI d.C. (Bolian 1972, 1975, s.f.).
En 1973, Gary L. Brouillard, llevó a cabo prospecciones y excavaciones de sondeo en el Alto río Caquetá y en el río Orteguaza. Encontró evidencias de tres complejos cerámicos. El primero, que posiblemente se relaciona con los Andakí históricos, se encuentra en sitios pequeños (de hasta 70 m. de diámetro) en el pie de monte, en barrancos cercanos a afluentes del río Orteguaza y en las inmediaciones de las poblaciones de Florencia, Belén y San José de la Fragua. El segundo complejo corresponde a sitios de la llanura selvática, localizados en lugares de las inmediaciones de los ríos Orteguaza y Peneya. Estos son de forma alargada y miden hasta 1.000 m. de ancho. Los yacimientos del tercer complejo, están cercanos a cerros bajos aledaños al río Caquetá y miden hasta 1.300 m. de largo. Tomadas en conjunto, las diferencias entre el material de los tres complejos no son muy grandes, y parece tratarse de un conjunto sin características llamativas de forma o decoración ( Brouillard s.f, Myers et al. 1.974).
Entre 1974 y 1980 Elizabeth Reichel y Martín von Hildebrand efectuaron prospecciones y excavaciones en el Bajo río Caquetá, el Bajo río Apaporis y el área entre estos dos. Por los alrededores de La Pedrera, (Bajo Caquetá) hallaron varios sitios cuyo material cerámico, incluye budares y adornos biomorfos, con marcados rasgos barrancoides, cuya filiación mas cercana es con la fase Yapurá definida en el Bajo Caquetá brasileño. El material lítico asociado incluye instrumentos tallados y hachas de piedra pulida. Hay tres fechas de C 14 para esta ocupación, que la colocan entre los siglos VI y XII d.C. El material que hallaron en el río Apaporis es aparentemente una variedad más sencilla de la cerámica de los sitios en el río Caquetá. Aquí también los líticos son importantes.
En el río Mirití y algunos afluentes localizaron sitios arqueológicos de habitación, con cerámica burda y de escasa decoración, en áreas de vivienda indígena actuales (von Hildebrand 1976, FIAN 1.985: 39-41, Reichel y von Hildebrand 1.982-3).
En 1977 Warwick Bray, Leonor Herrera y Colin Mc Ewan llevaron a cabo un programa de prospección y excavaciones en la región de Araracuara. De los sitios localizados algunos son extensos, hasta de 2 kms. de largo y entre los que se excavaron, los hay de vivienda basureros y antrosoles. Los investigadores definieron dos ocupaciones sucesivas partiendo de excavaciones en yacimientos estratificados: Camani, la más antigua, con fechas entre 135 DC y 830 DC, se caracteriza por una cerámica fina, pero, sin otra decoración que baño generalmente rojo; Nofúrei, la segunda con fechas entre 805 DC y 1610 DC se asimila a la tradición policroma. El material de ambas ocupaciones incluye fragmentos de budare y se asocia con artefactos de piedra tallada y piedra pulida.